Esta
persona fue uno de los mayores propulsores del balneario; llega
hacia 1935, como turista, al balneario "de las barrancas y
los pinos", y aquí se siente deslumbrado por la serena
belleza del lugar. Se aloja en el hotel Atlántida, frente a la
misma playa, donde puede percibir la fragancia del pinar y el
rumor de las olas. Allí, decide adquirir varios terrenos para
construir un gran hotel que llamara
planeta.
Michelizzi
había nacido en el sur de Italia (Calabria) pero residía en
Buenos
Aires,
donde representaba a la compañía fabricante de las maquinas
impresoras marca Planeta. En mérito de su reconocida habilidad
financiera había cimentado una situación prospera. A partir de
este punto, sigamos a R. Piñeyro Zibechi: " Como era un
apasionado por todo lo vinculado a la vida del mar, decide que el
hotel tenga forma de barco. La construcción fue encomendada a la
empresa Pérez Butler
y Pagano. La obra se realiza en un tiempo récord; seis meses
trabajando día y noche. Fue el primer hotel que reunía prácticamente
todas las comodidades: calefacción, baño privado, agua caliente,
etc., lo cual, para la época, significaba un aporte valiosisimo".
Por
otra parte "Michelizzi era un hombre con inquietudes
permanentes. Sabía que el casino siempre tuvo un imán que atrajo
y atraerá siempre. Con ese
razonamiento,
entre los años 1938-39 realiza las gestiones pertinentes ante el
gobierno,
para la instalación y usufructo de una sala de casino en Atlántida.
Presenta
el proyecto, que incluía la construcción de un gran hotel de
diez
pisos,
donde funcionaria el casino. Se aprueba el proyecto, y en la
temporada
1939-40
ya funciona, con tres pisos del hotel habilitados. La administración
fue
confiada
al señor Antonio Morales, un porteño que tenia casinos en Mar
del
Plata..
Junto
a la sala de juegos comenzó a funcionar la boite, en el preciso
lugar
donde
actualmente está Las cuevas. Las veladas eran amenizadas por una
orquesta típica y una de jazz, que eran especialmente traídas
desde Buenos Aires".
Poco
tiempo después de la construcción del hotel Planeta, concibe la
idea de
adquirir
todas las tierras del balneario. No cuenta con el dinero, pero
sigue
adelante.
Gestiona
y obtiene un préstamo del Banco Italiano del Uruguay. De esta
manera concreta la compra de las tierras
que abarcan desde las
cercanías del
recientemente
construido Fortín de Santa Rosa hasta la actual calle 2B y desde
la playa hasta los campos de Alonso y la estación.
Pero...¿Cómo
dar cumplimiento a las obligaciones contraidas con el banco? ¿Cómo
enfrentar
los vencimientos? ¿Cómo amortizar la deuda?
"Los
terrenos antes de la venta se estaban cotizando en dos pesos el
metro
cuadrado;
Michelizzi lleva la cotización a diez pesos el metro. Hay un
primer
momento
de lógica paralización en las ventas, pero cuando se venden los
últimos terrenos particulares, hecho que acontece muy rápido.
Michelizzi
se transforma en el amo y señor, ejerciendo el monopolio, y
vendiendo al precio que estimara conveniente para sus
intereses"...Por otra
parte..."ofrece
la entrega de solares como amortización de intereses y capital.
De
esa forma, el banco Italiano se hace cargo de (una franja) de 25
hectáreas
que
comprendían la zona del Country Club hasta la playa.
Posteriormente, y como pago total de la deuda, entrega otras 25
hectáreas ubicadas entre (los actuales) Country
y Agadu. Concluye
de esta forma un negocio brillante, poniendo de manifiesto
su reconocida habilidad como hombre de negocios. Sin dinero compro
un balneario, lo jerarquizó, cancelo su deuda y se quedo con la
parte mas importante para su usufructo."
El
águila.
Hacia
1944, Natalio Michelizzi había logrado que el balneario Atlántida
progresara
notoriamente a pesar de la recesión generada por la guerra.
Siempre
halló la solución para resolver los apremios económicos.
Cuando
fue necesario, se exploto el bosque, de manera cuidadosa y
racional.
Cierto
día, recorriendo los pinares que llegaban hasta el mismo borde de
la escarpa costera, advirtió un altozano frente al mar, que se
hallaba como protegido por dos moles acantiladas; entonces concibe
la idea de construir una gruta en aquel lugar, donde se colocaría
una imagen religiosa.
Esta
gruta no llego a realizarse, porque surgieron nuevas ideas. Se
comenzó la construcción de una capilla, pero terminada ésta,
mas que un lugar de culto de una imagen que nunca se llegaría a
colocar, se advirtió que era un refugio ideal para leer un libro
a solas o realizar una charla con los amigos. Entonces brotó de
su imaginación lo que hoy conocemos como La Quimera.
La
construcción se lleva a cabo sin la intervención de arquitectos
o ingenieros. No se elaboraron planos ni complicados cálculos de
materiales.
Solo
existía una idea que se debía corporizar, mucha imaginación y
muchisimo sentido común. El constructor fue un hombre inteligente
formado en la zona rural de las cercanías: Don Juan Torres. El
transporte, una carreta tirada por bueyes y un humilde camioncito
que funcionaba a gas de carbón. Las piedras se extrajeron de las
canteras cercanas, las tablas se hicieron con los pinos talados en
el lugar, la laboriosidad fue aportada por los obreros locales.
Terminada
la obra se decoraron las paredes interiores con tiburones y pulpos
entre extrañas algas. Los muebles se fabricaron en el lugar.
A
partir de este
momento se llega al apogeo de La Quimera: Turistas y amigos están
entusiasmados con la idea de Michelizzi y con la eficiencia de
Torres.
Pero
Michelizzi fallece muy tempranamente. Pronto comienza el deterioro
de los espléndidos jardines que rodean La Quimera. Después, el
mismo edificio comienza a sufrir el descuido. Poco a poco se
advierte la decadencia de la extraña construcción.
Es
entonces que comienzan los mitos; la verdad se ha diluido en el
tiempo: alguien afirma que fue refugio de contrabandistas, otro
que fue centro de espionaje nazi; otro que era templo de quien
sabe que religión.
Los
más crédulos suponen que se trata de un punto donde fluye y se
concentra la energía cósmica. Una vez mas la banalidad y novelería
desvirtúan la realidad. Lo cierto es que La Quimera está allí,
casi en ruinas, esperando su rescate. ¿Hasta cuando podrá
mantenerse en pie? |