El
Ingeniero Dieste creó maravillas arquitectónicas a
partir de los materiales más simples, como el ladrillo y
el hierro
Por
Ramón Mérica - Diario El País de Montevideo
Una
luz medieval -como la que desliza por los geométricos muros
de la Iglesia San Pedro de Durazno, una obra mayor, 1971-
socorría la vida y la obra del Ingeniero Dieste. Porque la
humildad y la Fe apuntalaron una existencia donde siempre
imperó el medio tono de la reflexión profunda, el susurro
magistral de quien medía hasta el infinito el mínimo paso
que debía dar porque sabía muy bien que la vida y la
creación suelen estar empedradas por obstáculos que muchas
veces ni el más perfecto de los cálculos puede saltear. Y
en esas lides anduvo dribleando casi 83 años.-
El
Toque Divino. El vuelo bautismal
del ángel del ladrillo empieza con la Iglesia de
Atlántida, como todo el mundo la llama, pero no hay que
llamarse a engaño. Esa Iglesia a la entrada del balneario
que todos conocen no es obra de Dieste, sino otra, más
escondida, la del Cristo Obrero (1960), que hoy figura en
las mayores publicaciones de arquitectura del mundo como un
ejemplo inusual, único, magistral, del más antiguo de los
mampuestos: el ladrillo.-
"Esa
obra cambió mi vida", solía recordar el Ingeniero. No
sólo su vida sino la de miles de técnicos para quienes el
uruguayo fué el descubridor de una técnica constructiva
absolutamente única, el creador de una manera
arquitectónica donde importan la medida elegancia, la
sobriedad, el ingenio, pero sobre todo el triunfo de la
economía. En ese sentido, además de su talento, el
Ingeniero Dieste se plantó ante el mundo con una propuesta
revolucionaria: se puede hacer obras maravillosas con
elementos simples -o pobres- como el ladrillo, el hierro y
el mortero. "El dispendio no produce buena
arquitectura", llegó a aseverar. "La economía es
uno de los elementos que ayuda a producir una buena
obra".-
No
fueron sólamente palabras. Ahí están esos soberbios
ejemplos de reflexión y praxis que han dejado estupefactos
a colegas de todo el planeta. Para no irse muy lejos y
hablar de su intervención en el metro de Río (cosa que la
mayoría de los uruguayos ignora) o de la fascinación de
Henares, los compatriotas tienen bien a mano algunos de esos
prodigios ingenieriles.-
Para
empezar, acercarse hasta la Rambla Baltasar Brum y Julio
Herrera, donde emergen unos galpones que en realidad son
esculturas. Cuando se llamó a Dieste para esa obra, se le
sugirió tirar abajo los galpones preexistentes allí mismo
y levantar unos nuevos. El técnico tomó otro camino:
deshizo lo que estaba en condiciones insalvables pero
respetó el basamento original, sobre el cual desplegó la
genialidad que ha hecho de esos galpones un punto de estudio
para arquitectos.-
Huellas
ilustres. Porque al contrario de muchos de sus colegas
(sobre todo de las últimas camadas de arquitectos que
desdeñan todo lo agradable o decorativo amparados en el
dictámen de Loos que "El más es menos") el
Ingeniero Dieste sentía un profundísimo respeto por el
legado de sus antecesores, por los grandes maestros del
pasado. También comulgaron con ese respeto señores como
Andrea Palladio (1508 - 1580) o el uruguayo Julio Vilamajó
(1895 - 1948), y ahí están sus obras para demoler tanta
arrogancia modernista.-
"Yo
pienso que la tradición es algo inevitable. Probablemente
lo que llamamos es el reencuentro de los hilos de la
tradición, el reencuentro de las tradiciones más
profundas", se confesó ante Pablo Vierci y Delgado
Aparaín en una excelente entrevista en Montevideo Ciudad
Abierta (Diciembre 1996). Y remataba allí mismo: "Lo
revolucionario es el reencuentro con cosas que estaban como
perdidas y que deben rescatarse para que aparezcan de
nuevo".-
Ecos
de afuera. Eso es lo que deben haber sentido los
españoles que cayeron en Montevideo en la casa de ladrillos
de la calle Mar Antártico 1227, Punta Gorda, pidiendo al
Ingeniero la construcción de cinco iglesias para el
obispado de Alcalá en el corredor de Henares. Por supuesto:
querían réplicas de sus iglesias uruguayas, pero el pedido
era más amplio. La dirección de la célebre Universidad le
encargó "algo que enlazara el apeadero del tren con
las facultades", lo cual significó el diseño de 350
hectáreas del campus con una suerte de juego de olas
ondulantes que sacudieron el terreno.-
Fué
entonces El País de Madrid lo calificó como "El
Gaudí latinoamericano" y afirmó: "Utiliza la
misma técnica que Gaudí y, como él, ama las curvas. Pero
Dieste es tan sobrio como los ladrillos de arcilla que
usa".-
Mundo
fertil. En medio de pleamares creativos entre
agnósticos, anarcos, socialistas y otras yerbas, el
artiguense conservó desde siempre una profunda fé
católica, un misticismo existencial que se revela
claramente en la concepción de sus singulares iglesias.
Habitante de una austera casa de ladrillos -obra propia, por
supuesto- donde creó una familia de once hijos con la
alemana Elizabeth Freidheim, el Ingeniero iluminado esperaba
la paz eterna desde hace tres años en una silla de ruedas
calmadamente.-
Como
la espléndida paloma de ladrillo que marca la entrada a
Salto (donde hay mucha obra diestiana, incluída la Terminal
de omnibuses), esa actitud inerte no podía desmentir la
verdadera esencia de su persona y de su gravitación
universal. Esa lírica ave de terracota parece congelada en
el tiempo y el espacio pero no es así: su vuelo como el de
su demiurgo, no tiene tiempo ni espacio porque la magia no
sabe de esas cosas, así esté edificada sobre barro de
campo al que el fuego confiere su carnet de delicada
terracota. No todos lo perciben, pero esos ladrillos tienen
alas.-
El
País - Montevideo - Julio 20 de 2000 |